Planchas de cinc que cubren viejos porches desiertos, a cuya sombra se aguarece del sol la
buganvilla roja. Aquí se oyen sus voces todavía, el rumor del grupo cantando canciones populares,
en torno al fogón de los guisos, al vino carmesí de la tierra que corona al afecto.
Éste habla de la sequía y el otro le interrumpe con un sabio discurso de semillas. Uno lee una carta,
llegada de más allá del mar, que le trae alas, esperanzas.
Se tocan las guitarras. El niño duerme plácido. Es rey el timple. Llega la sobremesa. Y el bullicio.
Cantaron y se fueron después por los hondos caminos de la isla. Un día vendrán otros como las
hojas, y hallarán la fresca sombra aguardando en el alma el eco. |
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